Lucas Silverio, 19 años. Fue un hijo, hermano, sobrino, nieto, novio, amigo, compañero de trabajo en el Centro Bibliotecario del Bronx, estudiante de terapia física y uno de esos héroes. A veces los puedes reconocer al instante aunque se oculten detrás de unos lentes como Superman o de unos tenis de moda como Lucas; ¡porque, mira, que a este chico le gustaban sus tenis! También le gustaba mucho su crucifijo de madera, prueba de su fe y de su gran corazón. Los verdaderos héroes como Lucas lo demuestran todos los días regalando sonrisas, saludando y ayudando a todos por igual. Los verdaderos héroes muchas veces estudian y trabajan para construir un mejor futuro, así era Lucas. 

 En algunas ocasiones, cuando alguien emigra y cambia su ritmo de vida, los amigos y compañeros de trabajo se convierten en familia por elección. En mi caso, estoy muy agradecida con Lucas por haberme hecho sentir bienvenida y por ayudarme en el proceso de transición. Cuando llegue a la Biblioteca hace un año, Lucas era uno de tres excelentes ayudantes en el piso de Referencia. Enseguida noté su gran corazón, su profesionalismo, su dedicación y su .superpoder―sonreír y estar siempre disponible. "Clarooo," "Got you," "Hola Mrs Hernandez," "See you Mrs Hernandez," siempre con una sonrisa aunque estuviese agotado por estar trabajando durante sus exámenes finales.

Lucas, tus padres, tu familia, tu novia y todo el que tuvo el placer de conocerte sabe que tan especial eras y sabe de tu gran corazón. Ahora también lo saben tus vecinos, tu barrio, la ciudad de New York y el mundo. Todos sabemos que estando a salvo regresaste a rescatar a una niña perdida entre las llamas y el humo. En la Biblioteca tenemos muchos libros de heroes de ficción pero que bien se siente haber conocido a uno de la vida real.           

Unas semanas antes de tu partida conversamos sobre lo que haríamos en una emergencia. Ambos estuvimos de acuerdo en que lo primero que haríamos sería ayudar y lo demostraste salvando a tu abuela y sacrificando tu vida para intentar salvar a una niña de cuatro años. Vuela alto superhéroe, vuela alto al infinito, ya te ganaste tus alas y estoy segura que vas con tus tenis rojos dejando estelas de tu sonrisa alrededor.